viernes, 19 de febrero de 2010

Diversidad: lo dicho y no dicho ó No hay un chancho que no vuele

Abuelita me mira, como se mira a un chancho con el que se ha encariñado mientras piensa "debí habérmelo comido, horneado con una manzana o naranja en su hocico" así me mira y gruñe y abre sus piernas blancas, de piel lechosa, y se deja caer fláccida, sobre la silla, frente a mí, sin dejar de mirarme como al chancho asado sobre la mesa, con el mismo amor, con el mismo deseo mientras se abanica y como si sus palabras vinieran desde su entrepierna, desde esa oscuridad, o desde el canal lleno de su cólon, o de sus tripas lo mismo da, de a poco va articulando cada letra descascarada que su voz recrea como si le hablara a un chancho que no puede ya comer en ciertos términos, en una realidad básica, tan básica como la piel de chancho que me envuelve, ¡oh grasosa tibieza!, este miedo chancho que hurga con hocico sucio bajo el corazón y en la mugre mía hecha de palabras y deseos y muertes que no son muertes si no apenas una síncopa de esta puta vida, estas chanchadas de revolcarse siempre bajo el filo y el hambre ajeno, estas patas cortas y esta mentira de chancho nacido bajo el signo de hombre, así me digo y mira abuelita y dice: esa chica no era para vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Han maldecido