jueves, 11 de febrero de 2010

Oh, otra vez

Quizás ha pasado una vida, o más que una muerte ya desde aquellos días de Pamela y clonazepam y sexo a la deriva, en cualquier sitio a cualquier gana más o menos admitible. Ella y sus uñas y su lengua furiosa y la mirada perdida y esa crispación en los labios, esa muecamuerte esa herida angustiosa en el rostro mientras me lastimaba/clamaban sus uñas, enterrándolas en mi espalda. Ha pasado una muerte; y pasea un fantasma que entona con su nombre ahora en mi teléfono móvil: soy yo, soy Pamela, oh Vielov ¿me escuchas? ¿estás ahí? Y sé que no es su cuerpo, su verdadera voz, es la translúcida piel de su fantasma su deseo, llamándome. Y son llamas en mi carne, envuelta, lacerándose, deseándose, buscándola y buscándose de ese modo. Soy Yo, insiste, Vielov, oh Vielov. Y grito o pienso que grito o digo en un grito: ¡Oh, otra vez esta vidamuerte de saberla y desearla, esta muertemuerte de nuestros nombres sonando en nuestros labios! ¡Ah, jamás me masturbaré pensando en vos!

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